TXALAPARTA

La txalaparta es un instrumento musical de origen vasco, del grupo de los idiófonos percutidos, que se toca entre dos personas. La composición de la txalaparta ha evolucionado con el paso del tiempo, de forma que si bien antiguamente, se utilizaba una única tabla colocada sobres unos cestos, aislando cestos y tabla mediante hojas de helecho o maíz, hoy en día, la txalaparta está compuesta habitualmente por cuatro tablas colocadas sobre unos caballetes. Los caballetes son aislados de la tabla habitualmente mediante esponja. Esto se debe a la necesidad de conseguir un sonido limpio. Las maderas más utilizadas en la txalaparta, son las propias del lugar donde se toca, siendo las más comunes, cerezo, roble, haya, fresno y castaño entre otras.

Hoy en día, es habitual encontrar maderas como la jatoba, manzonia, iroco, u otras maderas de sonido más cálido. Es importante que las tablas estén bien secas, proceso que puede durar mínimo 3 años desde su corte, para conseguir el sonido natural de la tabla. Los tablones pueden ser de diversos tamaños, pero los utilizados habitualmente suelen tener una longitud de 150-200cm, una anchura de 20cm y un grosor de 6cm aproximadamente. Las makilas (palos utilizados para tocar), son de forma cónica y de unos 50cm de largo.

El origen de la txalaparta es aún un gran misterio hoy en día, y existen diversas teorías acerca del mismo. Se dice que pudiera tener su origen incluso en las cuevas, donde queriendo imitar los sonidos del animal que dibujaban, surgió la txalaparta imitando el galope del caballo, y el “irrintzi”, imitando el relinche del mismo. Otra teoría es que ya en la época romana la txalaparta existía. Según un escrito que un cura encontró en la Diputación Foral de Álava, y al que hasta la fecha nadie ha podido tener acceso, cuando los romanos se acercaban a los poblados vascos a través de sus montes, oían el sonido particular de unas maderas, tras el cual comenzaba el contra-ataque en el que caían piedras sobre los batallones romanos. Una tercera teoría, cuenta que la txalaparta siempre ha estado muy ligada al proceso de elaboración de la sidra, por lo que apunta que su origen podría encontrarse en el campo sobre el año 1014, época en la que comienza la práctica de elaboración de la sidra. Esta podría ser la teoría más extensible y real del origen de la txalaparta, si bien es cierto que los romanos de hace 2000 años, ya tocaban las palancas en las bodas. Las palancas, conocidas como toberas en Euskal Herria, es un instrumento similar a la txalaparta en cuanto a estructura rítmica, solo que en lugar de madera se utilizan dos hierros para tocar, sostenidos por otras dos personas desde sus extremos mediante unas cuerdas. Dejando a un lado las diversas teorías existentes, que no desentraman el origen del instrumento, encontramos que los primeros escritos sobre la txalaparta datan del año 1882, y los primeros documentos acerca la tobera son de 1688.

En la historia de este instrumento, es importante conocer que, como todo lo relacionado con el pueblo vasco, tras la Guerra Civil (1936-1939) la txalaparta estuvo censurada y silenciada hasta el final de la época franquista (1939-1975). Pero este hecho no impidió que los vascos mantuvieran sus costumbres, y siguieran hablando su idioma y tocando sus instrumentos. Por ello, y a pesar de que estos actos estuvieron muy castigados, la txalaparta continuó su andadura gracias a las familias Zuaznabar (del caserío Sausta de Lasarte), Zabalegi (del caserío Bilandegi de Hernani) y Goikoetxea (del caserío Erbetegi-Etxeberri de Hernani), quienes en 1963 tocaban en público en las plazas de algunos pueblos de Gipuzkoa. Hasta los años 60, la txalaparta se encontraba marginada en el plano cultural, y no era considerada un instrumento musical. Este hecho comenzará a cambiar a partir del año 1963, cuando tras una cena en el caserío Bilandegi, se toca la txalaparta y su sonido es grabado con un magnetófono. Oteiza será quien publique días posteriores en prensa todas las sensaciones que pudo vivir en su interior al conocer la txalaparta y escucharla. Se puede afirmar que las grabaciones realizadas en aquella cena en Bilandegi fueron la chispa que provocaron el gran incendio mediante el que comenzó la expansión de la txalaparta, a pesar de su carácter todavía prohibido. De esta forma, en 1964 se graba la película Pelotari, donde los hermanos Zuaznabar tocan la txalaparta y surge el grupo musical “Ez dok amairu”. Tras este resurgir que comienza en el año 1963 y hasta 1975 (fin de la época franquista), la txalaparta se convierte en la protagonista del movimiento artístico y cultural vasco. Se convierte en poco tiempo en símbolo de identidad cultural, como ejemplo de nuestra particularidad y autenticidad que une lo tradicional con lo moderno. Este hecho provocará que en 1975 la txalaparta quede politizada, considerándose símbolo del abertzalismo radical vasco por parte de algunas personas. Es importante saber que los txalapartaris nunca han considerado la txalaparta como un símbolo, ya que para ellos la txalaparta es mucho más que un símbolo cultural propio de nuestra nación. Tras el año 1975, el resurgir de la txalaparta continúa un camino ascendente importante, y comienza a aparecer en diversas películas, composiciones musicales de cualquier estilo, fiestas etc. Superar una censura de tantos años ha sido posible gracias a que el arte de la txalaparta se ha transmitido durante muchas generaciones de padres a hijos. Las escuelas de txalaparta por otra parte, también han sido de vital importancia en el resurgir de este instrumento.

¿Pero, como se toca este instrumento, como es su sonido, su estructura? Bien, ya hemos comentado al comienzo del artículo que el sonido de la txalaparta se asemeja al trotar de un caballo. Su sonido rítmico también se asocia a los latidos del corazón, ya que el Ttakun (golpe base en la txalaparta) se podría comparar en sonido a los dos latidos de nuestro corazón. Además, sus elementos, madera golpeando contra madera (makilas contra tablas), proporcionan una sonoridad natural y primitiva que vibra hasta el centro del cuerpo.

Según afirma en uno de sus libros Juan Mari Beltrán, referente de la txalaparta desde la década de los 60-70 y creador de la 1. escuela de txalaparta en 1985 en Hernani, “Lo más importante de la txalaparta no es su forma de hacer música. (…) La estructura rítmica de la txalaparta exige que los dos interpretes se necesiten mutuamente y a su vez estén en continua lucha creando tensión”. De esta forma, uno de los intérpretes, denominado Ttakun, ejecuta el latido, la base rítmica repetitiva de la pieza, mientras que el otro (Herren), establece el contrapunto rítmico y tímbrico, jugando a deshacer y rehacer el equilibrio mantenido por el primero. Su sonido se compone por lo tanto, de juegos rítmicos que tienen un punto de improvisación. Hoy en día, esta forma de hacer música así como los materiales utilizados, ha variado considerablemente, de forma que ninguno de los intérpretes realiza el papel del Ttakun, si no que ambos improvisan en el espacio de tiempo el número de golpes y la cadencia precisa, creando así estructuras rítmicas más complejas. La txalaparta es para sus intérpretes, similar a un desafío o competición, donde la destreza y seguridad demostrada por ambos es de gran importancia. La txalaparta es por lo tanto, como un dialogo entre Ttakun y Herren, con el requisito imprescindible por parte de ambos, de tener la destreza de llevar el ritmo. Así, mediante la improvisación, alternancia y ritmo base cambiante, la creación y la interpretación se encuentran mezclados en una pieza única y diferente. No hay dos piezas iguales, al igual que no hay dos txalapartas iguales, ya que la disposición de las vetas de la madera, los posibles nudos, la elasticidad y el peso del material determinarán los modos de vibración de la tabla. Igualmente, el timbre y la entonación varían en los diferentes puntos de la tabla, lo que añade un encanto propio al instrumento.

La relación con su entorno. Como en cualquier instrumento musical y a pesar de su carácter de improvisación, la importancia del ritmo es vital también en la txalaparta. Comentábamos al inicio del articulo, que uno de los orígenes del instrumento podría encontrarse en el campo, dada su estrecha relación con el proceso de elaboración de la sidra. Y es que casi todos los trabajos, ya sean realizados de forma individual o en grupo, necesitan y tienen su ritmo más o menos métrico. El ritmo acompaña coordinando, organizando, midiendo las fuerzas y ordenando cada paso y parte del trabajo, haciendo este más llevadero y entretenido. Se puede decir que el ritmo surge de forma natural al realizar el trabajo. Aunque sea involuntariamente los golpes, silencios y sonidos de diferentes volúmenes, el timbre, la parte o el material configuran esquemas rítmicos, al igual que ocurre en la txalaparta. Así, podemos encontrar algunas variantes de la txalapata en los diferentes trabajos; Kirikoketa en el proceso de elaboración de la sidra, Ote-jotzea en el proceso de picar argoma o tojo, y Tobera entre los herreros.

La estrecha relación de la txalaparta con la sidra, merece que sea reseñada con mayor profundidad. Su relación, además de en la estructura rítmica (ritmo terciario en kirikoketa y binario en txalaparta, ambos partiendo de una alternancia en los golpes y una improvisación en la pieza) se encuentra también en lo referente a la composición de la txalaparta. De esta forma, el lagar que es el lugar preparado para machacar la manzana y donde se monta posteriormente la prensa, se cubría de tablas (conocidas como Patsolak) una vez que las manzanas se encontraban ya machacadas. Al finalizar el proceso de prensado de la manzana, se seleccionaba la patsola de sonido más fino y se dejaba secar en el tejado del caserío. Esta sería la tabla que posteriormente se utilizaría para tocar la txalaparta en la fiesta que se realizaría por la noche con motivo de la finalización del proceso de elaboración de la sidra.

Pero la relación que la txalaparta tiene con la fiesta no termina en aquellos caseríos en los que se elaboraba la sidra (conocidos como Dolare-etxeak), si no que podemos encontrarla también en las caleras, donde a la noche y junto a las mismas, cenaban y tocaban la txalaparta hasta el amanecer en las fiestas que denominaban “Karobi-eztaiak”. Al finalizar el proceso de elaboración de la cal, también se utilizaba la txalaparta para realizar la llamada de Arrauka. En bodas, funerales, fiestas, para avisos de auxilio, fuego, batalla… Como se puede apreciar, la txalaparta ha tenido diversas utilidades, pero principalmente ha estado ligada al trabajo y a la fiesta. Por ello, el marco más habitual en el que se podía encontrar era en el medio rural (Gipuzkoa y Navarra principalmente) y por la noche dentro de un marco festivo. Se dice que la función de la txalaparta en estas fiestas no era la de enviar avisos a los caseríos de los alrededores, si no la de entretenerse y disfrutar en ese ambiente festivo. Aunque el hecho de que por la noche su sonido pudiera llegar incluso a los caseríos ubicados en un radio de 5km, hacía que los baserritarras (campesinos) de esos caseríos se sumaran también a la fiesta.

En ocasiones, la txalaparta solía estar acompañada del cuerno, el cual consigue crear allá donde se escuche un ambiente especial, profundo y penetrante. El cuerno es utilizado como un instrumento para llamar, y se utilizaba antes y después de tocar la txalaparta. Su llamada se estructura en tres partes, una corta, otra larga y con interrupciones, y una última llamada lo más larga posible y con variaciones de intensidad. Para tocar el cuerno es imprescindible sacar el hueso del mismo, para lo cual se utilizan técnicas como la de cocerlo o enterrarlo en cal hasta que se pudra.

Para finalizar, conviene señalar que 40 años después, la situación de la txalaparta ha cambiado por completo. Los txalapartaris han sabido llevar su instrumento desde el caserío hasta el entorno urbano, sin hacerle perder nunca su verdadera naturaleza. Además, el nivel artístico alcanzado por los txalapartaris y su aportación musical han colocado a la txalaparta donde se merece, lo que ha permitido que hoy se escuche en cualquier tipo de acto y en todas las comarcas de Euskal Herria, e incluso en otras zonas del estado español y en otros países. Hoy en día se encuentra por lo tanto ligada tanto al terreno musical como al social, y como ya se ha comentado anteriormente, se utilizan diversos materiales y las interpretaciones musicales cuentan con una estructura rítmica más compleja. Todo ello se debe principalmente a la labor realizada durante la década de los 60 por las familias Zuaznabar y Goikoetxea, y al continuo trabajo que posteriormente han realizado diversos grupos de txalaparta de toda Euskal Herria (Zugarramurdi de Sestao-Bizkaia, BTT de Baigorri-Ipar Euskal Herria, Jo ala Jo de Baztan-Navarra, Hernaniko txalaparta estola de Gipuzkoa y Txalamako de Gasteiz-Araba entre otros muchos). Podemos afirmar por lo tanto, que el trabajo realizado por su recuperación ha conllevado a que la txalaparta cuente hoy en día con una salud inimaginable hace medio siglo.

Jennifer Soubies – TXALAMAKO

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